sábado, noviembre 17, 2007

la realidad ausente


Toda ciencia ficción es política, dicen los entendidos. Y la ciencia ficción le valió a Ricardo Piglia para hablar de realidades implantadas por un estado omnipresente en hospitales neurosiquiátricos, pero también en medios de comunicación, museos, prisiones. Así, La ciudad ausente relata la multiplicidad de realidades contrapuestas en eterna lucha en medio de una ciudad desdibujada. Cada persona parece vivir en un contexto distinto. No se trata sólo de la realidad que pretende imponer el estado en contra de la realidad que es protegida por los espacios de la contracultura. Es mucho más complejo: una especie de esquizofrenia social en la que cada individuo parece vivir en un espacio paralelo, delimitado y único. En medio de la ausencia de un hilo conductor de lo social (porque el que se pretende establecer como conductor no es más que la manipulación de un estado totalitario), una máquina destartalada, o una mujer eternizada por la cibernética –según algunas versiones – se autoproclama refugio de las voces de los otros. Así guarda grabadas historias de los que han sido desplazados, los perdedores, esas otras versiones que a una Historia con mayúsculas no le interesa. Pero estas grabaciones no son más que un apelmazamiento de voces: como transmisiones de una radio vieja y mal sintonizada se sobreponen una sobre la otra sin orden ni concierto. Es la pluralidad con su barullo e inconexión en oposición al bloque del poder.

Cambiar el lenguaje es también cambiar la realidad, dicen los que saben. Y como Piglia se vale de la ciencia ficción para contarnos esto, yo me valgo de Piglia para corroborarlo. En La ciudad ausente las palabras se van despojando de sentidos, primero en una pequeña historia: una niña cuya capacidad lingüística es un jardín cerrado al que su padre debe acceder despojándose de su propio lenguaje. Después, porque ese núcleo anecdótico contagia a toda la novela. Quien quiera cambiar el mundo que cambie el nombre de las cosas. Así, algunos asesinos son mártires, depende de en cuál lado de la frontera te encuentres. Y de este modo, se roba desde ministerios con nombres pomposos.

Para mí, La ciudad ausente es la mejor novela de Piglia. La que me atrapó. Siempre la tuve fotocopiada (por falta de plata o porque era difícil conseguirla) hasta que un día le hice una entrevista a un argentino muy rubio pero bongosero de una orquesta de salsa imposible. A él le había parecido un bodrio y no dudó en regalármela. Y ya ven, para mí fue LA NOVELA que marcó una época de mi vida. No releería nada más de Piglia. Incluso, ahora ya no le tengo paciencia a su extremada erudición, pero a La ciudad ausente vuelvo cada vez que puedo. La penúltima vez que la releí fue antes de emprender viaje a Buenos Aires porque pretendía hacer un “viaje literario” que terminó en pizzas familiares, lápices de cera y algunos post con consejos para viajar con niños.

Ahora la releo porque algo en estas realidades en las que vivo (las de mi país y las del país en el que vivo) me la recordaron.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

También es mi novela preferida de Piglia. Viví su lectura como un reto emocionante y fascinante. Una novela que era al mismo tiempo ciencia fición ciber punk, política y policial; cruzada de referencias literarias que, sin embargo, no la ahogaban; y de fondo, el maestro Philip K. Dick sonriendo aquí y allá.
Me hubiera gustado escribir algo que se acercara a esa novela.

Saludos, Pachamama,
sigue escribiendo,

RG

LL dijo...

Sigue escribiendo tu tambien!

Un abrazo!