jueves, agosto 23, 2007

Una madre con moto y sidecar



Me cayó del cielo un dinerito y decidí comprarme un carro usado. Para ser democrática, le pregunté a mis hijos (los propios y los heredados) qué tipo de carro querían que comprara. Sin dudarlo, dijeron en coro: una moto. Y aunque me moría por una moto y ya me veía a mi misma tragándome la autopista en una máquina infernal, la realidad llena de ojos brillantes me puso un freno. Una mamá – les dije – nunca puede ir en moto porque dónde llevaría a sus hijos. Pero que tontería, en un carrito de esos que se ponen al lado – se podría decir que me contestaron al unísono, pero la verdad es que el bebé sólo decía tatata. Bueno, lo cierto es que todos querían una moto y no veían ningún problema en cuanto al espacio. Entonces me puse a pensar en la madre ideal, porque a veces, sobre todo en los días en que comemos pan con margarina y no me da tiempo de bañar a nadie, suelo pensar en cómo será la madre ideal y en que definitivamente no se parece a mí. La madre ideal debe ser una con moto y sidecar y no esas necedades en las que pensamos las madres cuando nos sentimos culpables tras haber pasado toda la tarde tiradas en el suelo dizque jugando con nuestros hijos pero moviendo las manos mecánicamente y con la cabeza en otros asuntos. Una madre con la mesa puntual como reloj suizo, involucrada en los juegos, enseñando siempre y a toda hora no tiene nada que ver con la madre ideal. Estoy segura de que una madre perfecta es aquella feliz poseedora de una moto con sidecar: este intrépido vehículo paliaría cualquier día de comidas a destiempo, cuentos apurados, baños postergados. Una moto con sidecar libraría de todo peligro, evitaría posteriores traumas siempre adjudicados a la figura materna (ese invento machista), alimentaría y guiaría a hijos perpetuamente sedientos de acción. Una madre con moto y sidecar sería también una madre feliz. El pelo al viento, todos sus retoños muy juntitos a ella, alegres, hablándose a los gritos, cantándose a los chillidos, yendo de acá para allá todo el tiempo.

Y si la madre está feliz, entonces es la madre perfecta.

domingo, agosto 19, 2007

Siete consejos para escribir cuentos de quien sólo ha escrito siete cuentos VII


7.- No te pongas a dar consejos!

Nada peor que un novato aconsejando. Y nada peor que hacerle caso a los consejos de un escritor recién estrenado. Aunque igual de pavoroso es prestarle atención a lo que dicen los autores consagrados. Pero lo más terrible de todo es creer que con consejos se puede llegar a escribir algo. Que cada quien se guíe por sus instintos. Los míos quedan aquí expuestos.

Aunque si una cosa he de decir, un ultimito consejo, quizá el único:

Escribe, no para llamar tonto al lector, sino para contarle una historia.

Escribe, no para mortificar al lector, sino para contarle una historia.

Escribe, no para mostrarle tu “inteligencia” y tu “background” al lector, sino para contarle una historia.

Escribe, no para pantallar con todo lo que has vivido frente al lector, sino para contarle una historia.

Escribe, no para escandalizar al lector, sino para contarle una historia.

Y cuando escribas, no pienses en el lector, piensa en la historia.

Digo todo esto un poco harta de la intelectualidad de ciertos cuentos, de las ganas de escandalizar al burgués de ciertos escritores recientes, de la falta de anécdota de ciertos libros insoportables.

En alguna parte lei un consejo esclarecedor: quien quiera escribir que vaya a menos reuniones de escritores y más a la peluquería.

Uff, por fín terminé con esto!!