viernes, diciembre 21, 2007

Polaroid de amor extraordinario

Un día mi amadoesposo llegó de lo más contento, celular en mano, y me dijo: “llámame para que veas”.

Marqué su número y en lugar del ringring (que ya casi no existe en ningún teléfono) me emocioné al escuchar las primeras notas de “Polaroid de locura ordinaria”, esa canción de Fito Páez que está basada en un cuento de Bucowski.

- Ay, qué lindo – dije y se me puso la boca con sonrisita feliz hasta que llegó la parte que dice “después vomitó ese ron, manchando la pared”. Ahí puse cara de “quémestásqueriendodecirtuami”.

Y me volví a alegrar, casi hasta el llanto, con “pasábamos todo el día/ tirados en la cama/ el tiempo maldita daga/ lamiéndonos los pies”

Y nuevamente me arreché con “brillaba era una perla/y nunca hacia nada” (¿cómo que nada? Te parece poco el shock cultural y la nulidad lingüística?)

Y así estaba, la cara un mar de muecas, el corazón vacilante, hasta que me puse a pensar qué hubiese pasado si en lugar de “Polaroid....”, se me hubiese aparecido mi amadoesposo con una cancioncita romanticona de esas de amor juicioso y sosegado (las hay, las hay) Cómo me habría sentido si en lugar de “Sangro, sangro, sangro, y se reía como loca”, me hubiese tocado algo engominadamente correcto. Me entró un susto horrible nada más de pensarlo. Ese mismo susto con el que me despertaba en medio de la noche y en una pesadilla que se proyectaba más allá del sueño sentía que me moría de amor por él, pero estaba al lado de otro. Pasé años despertándome así. Creyendo estar al lado de otro, pero muriéndome de amor por él. Entonces me alegraba de verlo ahí y no podía evitar despertarlo, no importa la hora que fuese. Debe ser por ésta y otras tantas chifladuras que llevo esta canción en su teléfono. Y la verdad es que no me veo a mi misma en su vida sin eso de “de todas ellas, ella fue mi frase mas hermosa”, frase reversible: “de todos ellos, él es mi frase más hermosa” (y sin verbos en pasado)

Sólo le pedí que atendiera el teléfono antes de que llegara eso de “todo su cuerpo con espinas y a mi me siguen las moscas”

Pueden escuchar la canción completa y ver a Fito en pleno concierto si hacen “play” en este video (no esta muy bien grabado, pero ...)

jueves, diciembre 13, 2007

Furor por La India


Si hay socialismo del SXXI, no es de extrañar que hayan hippies en este siglo. Neo – hippies: no son los sesentones que se niegan a crecer, sino sus sobrinos que han retomado las posturas del movimiento. El hippismo se hereda de tío a sobrino, pues como queda sentado en la historia que voy a contarles, los padres de los neohippies suelen ser banqueros de ultraderecha.

Un día el hijo de un afamado industrial hi-tech de este país vio la luz, tuvo una revelación, una epifanía y decidió despojarse de todas sus pertenencias, reunir lo poco que valía la pena y lanzarse a un peregrinaje eterno a la India. Allá conoció a otra neohippie finlandesa (o sueca, no recuerdo) con la que se unió en amor libre y sacramentado por las aguas del Ganges. Juró nunca más volver al terruño, este país lleno de guerra y cuna de religiones equivocadas. Juró olvidar los años perdidos en puestos de fronteras o en guerras, los atentados, la familia, la mierda. Juró escupir la casa paterna, llena de lujos infinitos que él detestaba. Pero todo esto lo juró en vano, porque regresó como regresan todos: delgado como un faquir, cabeza rapada, ropajes andrajosos, bolsito hindú cruzado, sandalias a pesar del frío. Volvió porque necesitaba plata y porque la sueca (o era finlandesa) estaba embarazada. La familia lo recibió, allá en su palacete hi-tech, probablemente contentos pero asustados. ¿Quién era aquel hombre ahora lleno de libros en sánscrito y repitiendo un ooooommmmmm perpetuo? ¿Quien era aquella mujer de pelo enmarañado cuya panza crecía inexorablemente? La pareja era escondida en todas las reuniones sociales, como hacían las familias antiquísimas con los hijos bobos. Pero cuando nació la niña todos los prejuicios cedieron: tenía el pelo blanco y dos ojitos llenos de amor y sus progenitores ahora se dedicaban a enseñar meditación transcendental a yuppies hi – tech estresados. Aunque seguían vestidos con harapos, parecían recuperados de aquella temporada en la India. Y lo que más enorgullecía al afamado industrial era que habían amasado una pequeña fortuna con eso de la meditación y todo tipo de pendejadas new age. Pero aquella fortuna fue utilizada para volver, ahora con una niña en brazos, a la tierra de shiva.

Tal vez un año después, unos turistas vieron a una niña sucia vagando por las calles de Bombay. Ojitos azules, pelito blanco, hablaba la lengua bíblica de por estos lados, la misma lengua de aquellos turistas. La bañaron, la vistieron con ropa limpia, la alimentaron, le dieron una muñeca dulce para abrazar y una camita cómoda para descansar. La niña, que tenía unos dos años y algo, abrazó a su muñeca y durmió todo el día. Al otro día comenzaron las averiguaciones. Los turistas detuvieron su viaje y comenzaron a preguntar aquí, allá, en la embajada, en la estación de policía. Así descubrieron que en un éxtasis supremo producido por ciertos hongos que nacen a orillas del río, una pareja de extranjeros quiso inmolar a una niña, lanzarla al Ganges en honor a no sé qué dioses. La policía los vio en pleno acto y se los llevo para encerrarlos en un hospital neuropsiquiátrico. A la niña la dejaron a su suerte, en las calles de Bombay, entregada a otro dios (uno que rige la bondad de los transeúntes o la misericordia de los turistas)

No sé cuánto tiempo pasó esa niña deambulando por las calles de Bombay, ni qué comía, ni dónde dormía. Sólo sé que ahora los abuelos se pelean por tenerla. Tampoco sé si los padres han recuperado la conciencia, encerrados en ese hospital lleno, me imagino yo, de turistas alucinados y locos locales. Lo único que sé es que esa es una de las miles de historias de este furor por la India que hay en esta parte del mundo. Y créanme que esto lo leí en el periódico y que la realidad suele superar a la ficción, como dice uno de mis maestros.

Contaría esta historia en uno de mis cuentos y le pondría un epígrafe de aquel cuento de Bolaño llamado “El ojo Silva”, pero no sé ...

lunes, diciembre 10, 2007

Tinieblas en el corazón


Me había dado por leer a autores hipernuevos y contemporáneos en edad conmigo porque tenía a mi disposición un pasillo enorme de la biblioteca de Alejandría. Otro día les cuento de esa biblioteca, de momento la historia comienza en ese pasillo de narrativa hispanoamericana y sigue por otros senderos. No es que en el pasillo sólo haya autores contemporáneos, lo que pasa es que me había dado por allí, para ver de qué me había perdido yo en estos últimos años de exilio lingüístico y apartada de la literatura (que es como estar apartada de la vida misma, diría un tipo que conozco muy bien) En realidad si hubiese leído a los clásicos, también hubiesen sido novedad ante mis ojos, que yo no he leído todo lo que debería leer o que mis lecturas son rarísimas y ni clásicos ni nuevos, sólo lo que me va cayendo en las manos, y - hace unos cuantos años- lo obligatorio. Ante aquel pasillo repleto de letras en español, a mi se me dio por leer lo nuevo, lo del 2000 para acá o lo que escriben mis contemporáneos. No digamos que he podido hacer una radiografía de las letras hispanoamericanas contemporáneas, porque tampoco es para tanto, pero si que me fajé con algunos autores al azar y otros que me recomendaron, todo para terminar un poco desilusionada. Quiero atribuir mi desconsuelo a la mala suerte o a que me he puesto muy clásica.

De lo leído, sólo puedo decir que:

1.- Hay novelas que en realidad son cuentos estirados como un chicle hasta que la anécdota se pierde. Todo chicle al final se rompe o se hace flácido. Novelas bien escritas pero flácidas. No pasa nada en sus páginas, más que la muestra de la capacidad del autor de crear bellas imágenes.

2.- Hay novelas tramposas. Dicen que la obra de arte es todo aquello que rompe con la expectativa del espectador, que presenta una solución inesperada. Sin embargo, hay novelas que serían espectaculares si siguieran la expectativa que en el principio crean en el lector. Pero no: como quieren ser originales, cambian la seña repentinamente y sin justificativos. Eso no es arte, sino arbitrariedad.

3.- Hay una cierta moda de los cuento-novelas. A mi me encantan, pero...


Conclusión:

1.- He tenido mala suerte.

2.- No se pueden establecer conclusiones con un “corpus” tan escueto y azaroso.

3.- Dios mío: ¿Cómo es que he llegado a esta edad sin leerme “El corazón de las tinieblas”? Luego de mi aleatoria incursión en las letras contemporáneas, decidí abandonar aquel pasillo y meterme en uno de esos sitios de Internet donde se bajan libros gratis y bajarme esa maravilla de Joseph Conrad.

Maestro de maestros, me inclino a sus pies.

Qué maravilla perderse en la voz de Marlow, ese personaje infinito que nos echa el cuento de su viaje al corazón del Congo belga. La historia es densa como las aguas del río en el que navega el vapor de Marlow y no se las cuento, porque seguro ya la conocen.

¿Qué hay en “El corazón de las tinieblas” que me hizo estremecer?

La oralidad. Un tipo te echa un cuento y te lo echa bien.

La tensión. Anécdota y ritmo narrativo van en comunión.

La tentación. Provoca seguir leyendo. Te mueres por seguir leyendo. Vas es tu carro manejando y no ves los semáforos porque quisieras seguir leyendo. Se te quema la comida porque quisieras seguir leyendo.

La precisión. Es un cuento largo y no una novela porque la tensión y la anécdota aguanta hasta un cierto número de páginas. No se pone Conrad a tensar el arco demasiado hasta romperlo y lograr esa flacidez narrativa de algunas novelas que en realidad eran un cuento largo y por asunto de mercado (o qué se yo) fueron convertidos en novelas.

La historia. El fin único de la narrativa es echar un cuento.

Todo este palabrerío es sólo para decir que el fin único de la narrativa es echar un cuento, así, como si mi verdad fuese la verdad de todos.

Ojalá me lluevan comentarios en contra.