sábado, enero 06, 2007

Cavar un pozo con una aguja


En palabras de Orhan Pamuk, en sus emotivas palabras al aceptar el nobel de literatura de este año, el secreto del escritor no es la inspiración sino la terquedad y la resistencia. Cavar un pozo con una aguja, como reza el dicho turco que él mismo cita. Así, en “El maletín de mi padre”- ese discurso arrechísimo que dio y que ya se ha convertido en una especie de oración, ars poética, receta, credo, etcétera- nos habla de esa terquedad, de esa necesidad de encerrarse horas y horas en la soledad de un cuarto a escribir y así descubrir que no estamos solos, que estamos con las palabras que son mundos, que más que contar podemos componer historias, etc. Dice Pamuk que escribe porque no es feliz y para ser feliz. Ese descontento es el que convierte a una persona normal en escritor. Y ese fue el descontento que el vio en su padre y que no supo entender hasta que recibió ese maletín en el que éste guardó por años sus escritos: su padre fue un escritor relegado convertido en hombre de negocios que no pudo abandonar la terquedad de escribir. El maletín sólo debía ser abierto por el hijo luego de la muerte del padre. El hijo inevitablemente sintió miedo de abrir tal pesado legado: miedo de no gustar de los escritos de su padre, miedo aún mayor de si gustar porque entonces el padre dejaría de ser simplemente un padre. Miedo de descubrir a ese hombre. El discurso es hermosísimo, a mi me hizo llorar por las verdades literarias dichas así como uno quisiera haberlas dicho, como uno las ha sentido alguna vez y no ha podido expresarlas (que ese es el oficio del escritor, no?) Pero también me recordó a un amigo turco que vino a este país hace un par de años con su padre a consultar a un reconocido médico oncólogo. El padre estaba desahuciado, el médico no hizo más que reafirmar el diagnóstico que ya les habían dado en Estambul. Cuando nos encontramos en un bar cerca de su hotel, me dijo que él sabía que su padre iba a morir, que no importaba si venían a ver a ese eminente oncólogo o no, pero que aquel era un viaje de conocimiento: luego de 38 años estaba conociendo a su padre. Estaba abriendo su maletín, pienso yo ahora, inevitablemente ligándolo con ese escritor turco que no he leído, pero cuyo discurso me hizo llorar y recordar esta historia y renovar esas ganas terribles de sentarme apartada de todos a escribir. A cavar un pozo con una aguja, en eso andamos.