jueves, noviembre 22, 2007

Lluvia desde abajo


Llueve, pero tengo que llevar a los niños a la guardería porque me prometí a mí misma comenzar a escribir en esta mañana libre la novela que cambiará a la literatura de habla hispana.

El carro está tan lejos de la casa que es lo mismo ir caminando a la guardería.

Primer conflicto: a mi niña le gustan los vestidos. Vestidos rosados, llenos de vuelos, con telas vaporosas como alas de mariposas o exhalaciones de hadas. Fuuuuuuaaaaahhhh.

- No quiero usar pantalones –me dice mirándome con sus ojos redondos como vasos de cocacola.

- Hace frío – le digo, sacándole la pillama. (si, pillama)

- Quiero un vestido – insiste con sus ojos a punto de efervescencias gaseosas, como cocacolas agitadas.

Llueve, pero en realidad son goticas mínimas. En Maturín dirían que está garuando (y yo me extraño al saber que esta palabra existe, no es un modismo) Una lluvia mojatontos pero con un frío de perros. Necesitamos pantalones y sweteres. Todos.

Solución: Saco la artillería pesada: un abrigo polar azul marino, con elefante bordado y pelusas blancas alrededor de la capucha. Saco los accesorios de ocasión: bufanda rosa como un algodón de azúcar con colorante artificial. Gorro rosa de igual material, para llevar debajo del capuchón. Paraguas de Dora la exploradora. Guantes.
Así los ojos revierten el proceso de efervescencia. Se alegran y brillan con esa luz casi táctil con la que brillan cuando están dichosos. Temblando de emoción, mi niña se transforma en una esquimal.

- El invierno no es tan malo, ¿viste? – le digo – Tienes que usar toda esta ropa, estos gorros, estos guantes y el paraguas de Dora. ¿Cómo van las hadas en invierno?

- Te las voy a dibujar cuando regrese – dice- para que las veas.

Vestir al bebé es otro problema: nunca le han gustado los gorros. Así, va con capuchón, pero sin gorro. Zapatos de suela limpísima, porque aún no camina.

Segundo conflicto: La esquimal, el hada que viaja al polo norte, la niña que apenas muestra los ojos debajo de toda esa indumentaria, ve un pozo de agua y va corriendo a saltar dentro de él, para que sus profundidades cacao vuelen por los aires convertidas en gotas y caigan en todas partes. Una lluvia desde abajo con la que no contábamos.

El bebé, salpicado de marrón, se arranca la capucha y aplaude, se ríe infinitamente feliz y ha decidido que apenas pueda caminar va a hacer lo mismo: brincar pozos, hacer volar sus aguas por los aires.

Solución: Cambiar los gritos por risa. ¿Qué se le va a hacer? El hada esquimal decidió convertirse en tonina. El bebé, en una galleta chocolatechips.

Llegamos tarde a la guardería y a la computadora.

Otro día sin comenzar a escribir la supuesta novela. Excusas: el tiempo que vuela, el mal tiempo que nos sobrevuela con sus lluvias y granizos, dos esquimales hermosos y encharcados, cerros de ropa mojada para lavar, secar, doblar.

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