martes, julio 01, 2008

Escritoras, chismes de cocina y géneros de todo tipo


(Post en el que critico -con poco conocimiento de causa pero mucha intuición femenina (?)- a la literatura escrita por mujeres y pongo en un pedestal a mis tres maestras, en una mañana en la que debería estar escribiendo mi novela)


No se si es casual, pero las tres escritoras que más me gustan no escriben desde lo que a la crítica machista le dio por llamar literatura femenina (con las subsiguientes correcciones del término hechas por señoras dedicadas a escribir o a leer sólo literatura hecha por mujeres, o de tema femenino, o de género, o ginoliteratura, o etcétera) Mis tres escritoras favoritas escriben sobre temas considerados por la critica machista y por la crítica feminista como masculinos. Algunas veces se valen de voces masculinas, otras veces usan un narrador omnisciente asexuado, o un yo femenino que no cae en el cliché tramposo de hablar desde la cocina o desde la vagina. Puede que sea una cuestión de gustos, pero a mi me desespera leer libros en los que una mujer pretenda rescatar la visión de otra mujer desde lo cotidiano, o lo pequeño, o lo trasero, o lo doméstico porque ya eso es un lugar común (poquísimas logran hacerlo con gracia, tal vez sólo las que lo hacen con humor...) Esto no hace más que hundir a la literatura escrita por mujeres (o femenina, o cómo se les ocurra llamarla) en un hueco sin salida: el de la endogamia. Sí, endogamia porque esa literatura que rescata la voz de esa loca que no fue escuchada, sólo es leída por otras mujeres, y sobre todo por otras críticas literarias dedicada a leer sólo lo femenino, entonces se puede decir que esa voz a la que una escritora quiso rescatar de la marginalidad sigue en esa otra marginalidad que es la literatura dividida en géneros y pocas veces es leída por la contraparte masculina que es, a fin de cuentas, lo que esas escritoras quisieran. Algunas mujeres quieren ser leídas por los hombres y por eso escriben desde lo que ellas creen que las hace diferentes. A mi eso me aburre.

Como diría mi maestra Angélica Gorodisher, en la literatura femenina lo que abunda son “esas señoras que escriben sobre otras señoras que sufren mucho y que son ex-cep-cio-na-les y al final terminan locas o castigadas o muertas o vaya a saber qué” y eso, en su opinión, “no sirve para nada”. Pienso lo mismo y me gusta más una literatura escrita desde lo humano.

A Patricia Hihgsmith le interesaba la ambigüedad moral, la culpa, el crimen. Sus novelas, de trazos fuertes y personajes memorables, no buscan una ruptura con el género policial, sino que se instalan en él para llevarlo a una profundidad inédita. No es una Marcela Serrano (en una novela cuyo nombre ya no recuerdo) haciendo un policial para mujeres, en el que una mujer policía investiga la desaparición de una escritora y se sumerge en la subjetividad, la cotidianidad, el sentimentalismo, el cuerpo y todos esos clichés de la literatura escrita por mujeres. No es el truco de traer una visión femenina a un escenario típicamente masculino para sacar partido de esta vieja trampa. Sino escribir desde y sobre la condición humana. A Batia Gur tampoco le interesaba sacar partido de su femineidad, tal vez por eso se inventa ese alter ego (el detective Mijael Ojaion) y desde él aborda, además del crimen y la investigación de la verdad, todo lo concerniente a tensión entre razas, divisiones religiosas, guetos. En muchos cuentos de Angélica Gorodischer el poder, las formas de asumirlo y su legitimación, son el centro y para eso se vale de lo épico y lo fantástico. En Trafalgar, la narradora cuenta las peripecias de un viajero interestelar llamado Trafalgar Medrano y si bien sabemos que la historia está narrada por una mujer, esto no es central en la obra. Si alguna ruptura con el género de la ciencia ficción hay, me parece que es lo metaficcional.

Estas tres escritoras tienen en común el hecho de que sus ficciones están enmarcadas dentro de géneros antiguamente asociados con lo masculino, como lo son la ciencia ficción, el policial, lo fantástico, pero no sienten la necesidad de darles a estos géneros un sesgo femenino. A mi juicio, las tres demostraron que no existe una literatura femenina así como no existen temas exclusivos para los hombres. Sus obras abordan problemas humanos, más allá del género sexual y eso a mi me encanta.
(en la foto: Batia Gur y su cuchillo carnicero)

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