lunes, septiembre 11, 2006

Cómo viajar con niños. Parte IV

La ciudad ausente: ¿Última estación?
Antes de dormir, en casa, escribo en el cuaderno de dibujos de Mimina: Cuarta estación: El Moyano. Miseñormarido, aterrado, dice que allí si es verdad que no vamos a entrar ni que tengamos tiempo. Es el manicomio del Doctor Arana, el Hospital Neuropsiquiátrico Braulio A. Moyano, en Brandsen 2570. El pabellón para mujeres donde recala Elena haciéndose pasar por loca o una loca haciéndose pasar por máquina o una mujer policía que investiga los implantes de alucinaciones o una borracha que encubre al inventor de la inteligencia artificial en su versión argentina. Qué linda la dirección: Brandsen 2570 suena extremadamente novelesco y cienciaficcional. Ni la subida de la calle principal del Manicomio en Lídice, ni Bárbula suenan tan bien. O bueno, suenan bien para otro tipo de literatura, tampoco seamos injustos. No quiero entrar – le respondo a Miseñormarido – sólo verlo de lejitos, como a los 36 billares. Que está visto que para hacer turismo literario hay que escoger a autores menos lúgubres o más pintorescos o viajar con menos niños. Bueno, tampoco la pavada, como dicen los porteños, que a un manicomio no me provoca entrar (a ver si me dejan ... jajjaja!) Brandsen era un general – me cuenta Miseñormarido – de la época de Rosas, cree. De la dictadura no, por supuesto. Brandsen es otro suburbio de Buenos Aires, como Quilmes o Adrogué. Pequeñas ciudades satélites que fueron tragadas por la hambrienta ciudad o es que Buenos Aires es una aglomeración de ciudades verdaderamente ciudades, antiguas, completas. Una ciudad o miles de ciudades apelmazadas, enormes. Tomamos el remise, el mismo ya varias veces, el conductor me ve con cara rara. A Palermo, vía Brandsen. No se extraña el tipo y arranca el motor para iniciar un viaje eterno. Mimina se duerme, inevitablemente, como en cada expedición. Luego de no sé cuantos kilómetros, llegamos a dos manicomios infinitos, el Moyano para mujeres y el Borda para hombres (tendrá que ver con el Gaucho Dorda, personaje de otra novela de Piglia??) Dos palacetes monumentales de principio de siglo. ¿Es que tantos locos hay en Buenos Aires y todas sus ciudades réplica que tuvieron que construir tales coliseos? No – me dice Miseñormarido – es que no hay tanto loco suelto como en Venezuela. Nos reímos.

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