sábado, septiembre 16, 2006

Bambi y suplicio colectivo


En la entrada de la guardería nos esperaba una pancarta que anunciaba un espectáculo. Mimina ni la vio, ocupada en comerse rápido sus galleticas, antes de entrar al salón, pero la madre de Mimina quedó atrapada por la publicidad: Bambi, en un teatro cercano, la segunda entrada a mitad de precio, el próximo jueves, ¿qué más se puede pedir? Enseguida nos imaginé a las dos en salida de chicas, sólo chicas, en aquel teatro abarrotado de niños y Mimina vibrando como suele vibrar cuando está extremadamente feliz. Entonces recordé mi propia infancia y todos los niños que decían haber llorado por la madre de Bambi, a quien yo no recuerdo haber visto morir o bien porque no entendí o bien porque era una niña de sangre muy fría o bien porque no vi a Bambi nunca.... lo cual es tan triste y escalofriante como las dos primeras posibilidades. Pero sí que recuerdo a los niños tristísimos que relataban la muerte detallada de la pobre venada y me imagino qué de traumas arrastrarán desde entonces. Todo porque a Mister Disney le dio por los dramones y los matricidios. Aún con la imagen del teatro atestado de niños, me recordé a mi misma llorando hace un par de semanas con el último DVD del osito que habita el jardín de los 100 acres. Qué lagrimones tan amargos eché aquella tarde, escondida detrás de un cojín para que los chicos no me vieran. Entonces, lo que pintaba como una salida espectacular, podría convertirse en un episodio de llantenes y traumas, así que me dije a mi misma que no, que ni que la segunda entrada la den gratis, que ni loca meto yo a mi hija en ese suplicio colectivo. Todo esto pensaba mientras veía en la pancarta el dibujo del inocente venadito, con ojos enormes y desde ya llorosos, presagiando la tragedia. Todo esto se cruzaba por mi cabeza hasta que leí unas letras negritas, chiquitas, que explicaban que aunque este Bambi se basaba en la versión original, habían suprimido las escenas dramáticas y el final era alegre y feliz. Ah, no, versiones manipuladas no! me dije a mi misma. Desde ya la censura, no! me repetí. Mi hija debe conocer a los clásicos en sus versiones originales y no tamizados por el happyend....

¿¿Quién entiende a las madres??

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