jueves, julio 03, 2008

San Kafka, patrono de la doble vida


Me declaro incompetente para la doble vida. O mejor dicho, no es que me declare incompetente, sino que me es muy difícil caminar y mascar chicle al mismo tiempo, frase acuñada por mi sabia hermana. Soy de las que se enredan, de las que comienzan a caminar con la boca y a masticar el chicle con los pies. Con la consabida y dolorosa mordida de lengua, claro. Al final, la bola de chicle y yo nos volvemos una sola bola (enorme, enorme, porque cuando como chicle me meto en la boca la caja entera!) Y los pies patalean en el aire, sin rumbo y sin concierto. No me declaro incompetente, pero asumo que no soy Kafka que podía escribir obras maestras sin dejar de ser un oscuro oficinista que laboraba 12 horas sin pausa. Yo, ni lo uno, ni lo otro. No escribo obras maestras y sólo trabajo algunas horas de algunos días, pero declaro que me cuesta escribir y trabajar al mismo tiempo, que cuando escribo bien, descuido el trabajo y viceversa. El problema viene de que sólo del trabajo vivo. San Kafka bendito me ilumine! Mi marido me dice que no sea floja, que así se ha forjado el arte latinoamericano: a fuerza de robarle horas al trabajo o de regalarle trabajo a las horas, que ese tiempo que paso en Youtube buscando canciones y pendejadas bien podría invertirlas en escribir al menos media página, que etcétera. Lleva toda la razón, no digo que no, pero no puedo dejar de pensar en la vida paradisíaca de esos escritores ultrafamosos que sólo viven para escribir, que se despiertan en la mañana, nadan un poco y se sientan frente a la computadora sin que ninguna preocupación económica les nuble el pensamiento. Cuando leí “Extraña forma de vida” de Enrique Vila – Matas me morí de envidia no más de ver como el protagonista era un escritor encerrado en su apartamento escribiendo, con alguna preocupacioncilla aquí o allá, pero nada del otro mundo. Esa es la “extraña forma de vida” que quisiera tener. Pero la realidad, llena de ojos y boquitas hambrientas, me obliga a trabajar en algo que me gusta (ya dije no soy Kafka ni en la genialidad literaria ni en el sufrimiento laboral) pero que me roba neuronas. Me consolé pensando que en verano no hay cursos y me tocan unas vacaciones obligadas y de pronto allí si me siento frente a la computadora. Pero son vacaciones sin sueldo y así no puede escribir nadie. Por eso esta mañana me puse mi pantalón más raído y mi cara más hambrienta y me enrumbé a la oficina del seguro social más cercana. Empujando a dos señoras y cuatro chicos con cara de drogones, llegué hasta la taquilla a exponer mi caso: Soy extranjera, pero quiero seguro de desempleo. Quiero nadar en las mañanas, escribir una novela, venir a que me sellen mi libreta de desempleada y recibir una platica de vez en cuando. La mujer no me entendió, mi acento es bien marcado. ¿Cómo dice? – me dijo. Pero no tuve el valor de repetir tan disparatada frase. Nada – contesté- que me preguntaba si me corresponde el seguro de desempleo luego de tantos años viviendo en este país. – Ah! – dijo – y me entrego una lista enorme con los requisitos que debo presentar. Tantos y de tan difícil obtención que es más fácil seguir el ejemplo de San Kafka

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ay Liliana! Sigo leyéndote, riéndome de la forma cómo cuentas tu vida y no puedo menos que escribirte.
Escribir es lujo que para las mujeres se transforma en sacrificio. De hecho, una profesora jubilada de la universidad en la que trabajo dice que una mujer para ser escritora debe tener sólo amantes y negarse la maternidad y eso es cierto. Cómo no sentirnos mezquinas cuando son las 8pm y nuestros hijos nos preguntan cuándo vamos a hacer la cena o nuestros esposos se van a dormir cansados de esperar que dejemos de teclear la computadora. Por eso a los hombres se les hace más fácil, tienen una esposa para cuidar los hijos, hacer mercado, la cena y el amor... o tienen varias amantes y olvidan la idea de tener hijos.
Ánimo...