miércoles, febrero 18, 2009

Escritores urbanos encontrados al azar


Aquel hombre entró en el pequeño autobús aún sin cerrar su paraguas. Un paraguas destartalado y colorido que armonizaba con su chaqueta amarillo mostaza y sus zapatos rancios. No pude evitar fijarme en él, sobre todo porque el paraguas chocó con mis botas encharcadas cuando lo cerró finalmente y lo depositó en el suelo. Le estropeé el paraguas con el barro de mis botas más de lo que ya estaba, pero él no se dio cuenta pues apenas se sentó sacó un teléfono y comenzó a hablar.

- ¿Te acabas de despertar?
- ....
- Yo también. Sabes que sólo tengo las noches y ayer me quedé hasta muy tarde, no podía parar.
- ......
- Ah! Yo me acosté mucho más tarde y me desperté hace como dos horas.

No pude evitar ver mi reloj: eran las 5 y pocos minutos de la tarde. Tampoco pude evitar mirar su cabeza pequeña sobresaliendo del respaldar del asiento frente a mí. Su coronilla poblada por un escaso pelo como oscura espuma sintética. Ya era calvo pero se empeñaba en ocultarlo dispersando tres pelos sobre la planicie blanquísima de su cráneo. Tres pelos enfermizos que flotaban sobre la posibilidad de desierto y soledad que era su cabeza. Los autobuses pequeños –esos que en Venezuela se llaman (o se llamaban) camioneticas- dan la posibilidad de observar muy de cerca a los otros. Así, yo tenía frente a mí aquel craneo pre-apocalíptico y me dedicaba a contar los débiles pelos que aún no lo habían abandonado.

Pensé: este tipo debe tener mi misma edad, pero es calvo y se ve mayor. O pre-calvo, porque aún no se decide a afrontar la realidad. En algún momento se volteó y me miró con dos ojos azules y nerviosos. No me quedó otra que dejar de mirarlo.

En el bulevar Rotschild de mi ventana las chicas corrían debajo de paraguas. El agua armaba charcos en las otrora polvorientas aceras. Los árboles cantaban.

El pre-calvo hablaba con una mujer porque en el idioma que me rodea hay un "tú" para hombres y otro "tú" para mujeres, con sus respectivas conjugaciones verbales, entonces imaginar al interlocutor en conversaciones telefónicas escuchadas al azar es sumamente fácil.

- Hoy va a hablar Amos Oz – le escuché decir.
- ..... ....... ...... ........
- Yo también, la verdad es que hay muchísimos eventos y yo quisiera estar allí también mañana en la mañana ...
- ....................
- No, no. Me preguntaba si podría quedarme a dormir en tu casa, es que si no duermo allá, va a ser muy difícil estar en la mañana en .....
- .........
- No, no, si te causa problemas, no. Es porque quisiera aprovechar la mañana para encontrarme con mi editora, quien a su vez va a encontrarse con otros editores, ya sabes, viene gente de todas partes del mundo y ....
- ........
- No, no conozco a nadie más en Jerusalén...
- ........
- Bueno, eso a mí no me molesta. ¿Cómo me va a molestar la luz y el teclado de la computadora sonando toda la noche? Ya te dije: yo también sólo tengo las noches.
- .......
- No, no quiero causarte ninguna molestia.
- .......
- Si, si, entiendo que no es por mí, sino que en realidad no puedes.
- ......
- ¿Cómo te casarás con él si te pone tantos reparos?
- .......
- No te preocupes, me queda claro que no es por mí.
- .............
- No sé si podré ir a ver a Amos Oz, ya te dije que si voy quisiera quedarme hasta la mañana.
- ......
- Entiendo, no te preocupes, entiendo.
- .........
- Bueno, llámame si piensas que a pesar de todo existe la posibilidad de quedarme a dormir en tu casa.
- ............
- Voy a esperar esa llamada.
- ........
- Si, si, yo entenderé. Un beso.
- ........

Cerró el teléfono y pude ver que tenía en la pantalla una foto de sí mismo, una especie de "mini-me" que lo secundaba.

- Señor: me deja en la esquina, por favor. – Gritó al conductor, recogió su paraguas destartalado (ahora también encharcado) y se bajó.

Algún día, no sé cuando, voy a escribir una serie que se llame "Escritores urbanos encontrados al azar". En la serie estará este post, aquel otro que se llama "Escritoras" y ese cuento de la paciente mítica de Lacan. Todos desdibujando las fronteras entre la cordura y la locura, la realidad y la ficción, lo romántico y lo patético.

Todos tenemos un loco que nos persigue, real y metafóricamente. Estos son mis locos.

4 comentarios:

un tordo dijo...

la extraña hermandad de los picados por el alacrán. cada vez que me asomo acá recuerdo aquella leve punzada de los condenados, me siento dos puestos más atras en la camionetica y sigo leyendo.
saludos desde el otro lado del charco,
E.

LL dijo...

E:
Welcome to the "camionetica", entonces! Y gracias por leerme!!! Un beso!!!

Dakmar Hernández dijo...

Awww
Tengo Los jardines... en mis manos. Soy tan feliz... gracias gracias gracias!

LL dijo...

De nada! de nada! de nada! Me alegra mucho que haya llegado tan pronto! Un beso!!!