viernes, abril 09, 2010

De la lengua húmeda a la lengua florida



Mi vida en este idioma sigue dos movimientos:

Uno en el que no hago más que simular que hablo en un nivel aceptable. Un constante poner caras, repetir lo que los otros acaban de decir, dejar frases a medio terminar. Un hablar con puntos suspensivos.

El otro movimiento va en caída libre: un "vente tú" y un "sálvese quien pueda".

En el primer movimiento soy una pésima actriz que no ha aprendido el libreto, pero simula y disimula como la que más. Con mi máscara hebrea, me pavoneo, me río, me hago la loca, contesto aunque no entienda la pregunta. ¿Acaso en nuestra lengua materna contestamos exactamente lo que se nos pregunta? Nunca me quedo callada porque el silencio en otra lengua es señal de ignorancia. En esta instancia me esmero con la pronunciación, las muletillas, los gestos de la lengua máscara. Hablo, ya lo dije, con puntos suspensivos que los demás completan con palabras ultra elevadas, frases célebres, citas de la biblia. Entonces queda como que era yo la que quería decir eso, como que fueron los otros los que no me dejaron terminar, pero mira tú, ¡qué bien sintonizados que estamos!!

En la caída libre me valgo de cualquier palabra en cualquier idioma para tratar de traducir un chiste intraducible porque tengo ganas de reírme a la venezolana y no consigo con quién. Por lo general el interlocutor queda con ojos de huevos fritos, se rasca la cabeza y decide retirarme el saludo de una vez y para siempre, no traer nunca más a sus hijos a que jueguen con los míos, pedir que me deporten, que me lleven de los pelos, loca que no hace más que embarrar la lengua nacional. Entonces pido disculpas por no tener un hebreo húmedo, cuando la verdad es que quise decir un hebreo florido. Dos adjetivos que me suenan casi igual.

En el primer movimiento, en cambio, soy una intelectual con mucho acento, como esos profesores de barba y cadencia rusa que el populacho suele asociar con Einsteins resurrectos. Barba y acento ruso son sinónimos de sabiduría. Pelo ondulado y acento venezolano no tanto, pero bueno ... supongamos que... En mi primer movimiento digo que leer y escribir me cuestan sólo porque estoy acostumbrada a leer y escribir rapidísimo en español y no tengo paciencia.

En el segundo movimiento, asumo que la poca risa que causan mis chistes se deben a la falta de humor local, a lo chato del pensamiento, a un pesado pasado y a un futuro incierto. No al acento, no a la mala pronunciación, no a la intraducibilidad de los chistes, no a la falta de palabras.

En el primero movimiento, suelo hablar de cosas de las que no tenía ganas de hablar, pero sí tenía las palabras. Entonces todos me miran, levantan las cejas y asienten.

En el segundo movimiento, suelo hablar de lo que quiero y de vez en cuando consigo una mirada benevolente o una sonrisa a moco tendido. Soy más feliz en este punto: ¿Acaso en nuestra lengua materna todos nos miran y asienten o no son sólo unos pocos los que nos abrazan con su risa?

No me gusta ser la educada con acento, sino la peliloca disléxica, pero tengo que simular, disimular, secar mi lengua húmeda y hacerla pasar por florida.

2 comentarios:

Gustavo Valle dijo...

Me encantó esto, peliloca dislexica!

LL dijo...

Gracias, Cuatrero!!