
En estos momentos estoy leyendo a Amos Oz, “Una historia de amor y oscuridad”. Lo estoy leyendo en español y si decidí leerlo en mi idioma, no es sólo por comodidad, sino porque me declaro incompetente para leer literatura de altura en el idioma de la biblia. Una vez lo intenté con la magnífica Batia Gur y no pasé de las primeras páginas. Demasiados sinónimos, demasiada belleza de lenguaje. Entonces la tuve que abandonar momentáneamente, mientras espero a que mi comprensión de esta lengua avance más allá del vocabulario de supervivencia del que dispongo (no sé ni cómo... por osmosis o por inercia ...) Con Amos Oz la derrota ha sido mayor: ni siquiera lo intenté y fui directo a la traducción española. Pero, aunque estoy encantada por la facilidad con la que por fin lo leo y con la maravilla que es leer la realidad que me rodea en mi propia lengua, tengo lo que decir sobre la traducción... Así es: soy incapaz de leer literatura hebrea o de traducir un titular de periódico, pero tengo lo que opinar (y opinar mal, por supuesto) sobre la traducción que hizo una pobre señora que se ve que si dominaba esta lengua al punto de poder traducirla y no como yo que la sobrevivo y la chapuceo como puedo (con la lógica de “como va viniendo, vamos viendo”, que caracteriza a mi raza). Pero bueno, que para eso estamos “los intelectuales”, para criticar ( y mal) el trabajo de los demás, para verle las cinco patas al felino, para respirar en los resquicios de la realidad y otras divagaciones.
Aquí va: Que la señora traductora no traduce la palabra “Histadrut”, palabra importante para entender la historia, al menos en sus inicios (que en el colmo de los colmos, yo critico lo que ni siquiera he terminado) “Histadrut” quiere decir “central de trabajadores”, el sindicato, pues. Y el narrador cuenta que sus padres no pertenecían a la “histadrut” (el sindicato) y eso es importante para entender que aquellos padres no pertenecían a nada, incluso tampoco al sindicato, aun siendo trabajadores. En mi humilde opinión, la palabra “histadrut” debió ser traducida. “Histadrut” no es “mossad”. Casi todo el que más o menos conozca la historia de este país sabe lo que es el “mossad”. Traducirlo como “el instituto” sería quitarle ese misterio o esa malignidad de película de espionaje que tiene. No es el caso de la “histadrut”.
Y si por un lado la señora no traduce lo que ella cree que no requiere traducción, por otro si que traduce nombres de calles: así, yo, que podría visitar aquellas calles, no sé ni dónde están ni cuáles son. Entonces tengo que pedir a algún conocedor que me explique cuál puede ser la calle Malaquías. La calle Malaquías es la calle Malaji. ¿Puedes tu creer? No es injusto que cuando por fin puedo hacer un recorrido literario de Jerusalén, tenga yo que pedir que me traduzcan los nombres de las calles. ¿Quién ha dicho que los nombres de las calles deben traducirse? No sé, como si a Bond Street alguien la llamara Calle Unión. ¿La llaman así? ¿La traducen? Tal vez Malaji no suena tan literario como Malaquías, pero ese es el nombre de la calle y qué se le va a hacer. ¿Acaso a la Baker Street la llaman la calle del panadero?
Luego están todos esos juegos de palabras. Los padres del narrador no eran hablantes naturales de esta lengua. Cito: “Hablaban hebreo con temor a la imprecisión, se repetían frecuentemente, intentando expresar de nuevo lo que acababan de decir: tal vez se sienta así un conductor miope que va de noche por las callejuelas de una ciudad extraña en un vehículo que no conoce” (¿habla de sus padres o habla de mí? Jajaja!) Usaban verbos en desuso o que en la actualidad de la narración tienen significados contrarios (incluso escatológicos) pero no hay ni un pequeño pie de página para explicar lo mínimo de estos enredos idiomáticos. Un detalle aunque sea hubiese bastado, creo. Hay traducciones que abusan de esas notas del traductor, hay otras que las prescinden totalmente.
En fin, incapaz de traducir un titular de periódico, pero capaz de criticar traducciones ajenas. ¡Eso si!
Esta bien: algún día tengo que leer a Oz en su idioma original. Así como algún día tengo que verlo: vivimos en el mismo desierto (yo al norte y él al sur) ¡!
Aquí va: Que la señora traductora no traduce la palabra “Histadrut”, palabra importante para entender la historia, al menos en sus inicios (que en el colmo de los colmos, yo critico lo que ni siquiera he terminado) “Histadrut” quiere decir “central de trabajadores”, el sindicato, pues. Y el narrador cuenta que sus padres no pertenecían a la “histadrut” (el sindicato) y eso es importante para entender que aquellos padres no pertenecían a nada, incluso tampoco al sindicato, aun siendo trabajadores. En mi humilde opinión, la palabra “histadrut” debió ser traducida. “Histadrut” no es “mossad”. Casi todo el que más o menos conozca la historia de este país sabe lo que es el “mossad”. Traducirlo como “el instituto” sería quitarle ese misterio o esa malignidad de película de espionaje que tiene. No es el caso de la “histadrut”.
Y si por un lado la señora no traduce lo que ella cree que no requiere traducción, por otro si que traduce nombres de calles: así, yo, que podría visitar aquellas calles, no sé ni dónde están ni cuáles son. Entonces tengo que pedir a algún conocedor que me explique cuál puede ser la calle Malaquías. La calle Malaquías es la calle Malaji. ¿Puedes tu creer? No es injusto que cuando por fin puedo hacer un recorrido literario de Jerusalén, tenga yo que pedir que me traduzcan los nombres de las calles. ¿Quién ha dicho que los nombres de las calles deben traducirse? No sé, como si a Bond Street alguien la llamara Calle Unión. ¿La llaman así? ¿La traducen? Tal vez Malaji no suena tan literario como Malaquías, pero ese es el nombre de la calle y qué se le va a hacer. ¿Acaso a la Baker Street la llaman la calle del panadero?
Luego están todos esos juegos de palabras. Los padres del narrador no eran hablantes naturales de esta lengua. Cito: “Hablaban hebreo con temor a la imprecisión, se repetían frecuentemente, intentando expresar de nuevo lo que acababan de decir: tal vez se sienta así un conductor miope que va de noche por las callejuelas de una ciudad extraña en un vehículo que no conoce” (¿habla de sus padres o habla de mí? Jajaja!) Usaban verbos en desuso o que en la actualidad de la narración tienen significados contrarios (incluso escatológicos) pero no hay ni un pequeño pie de página para explicar lo mínimo de estos enredos idiomáticos. Un detalle aunque sea hubiese bastado, creo. Hay traducciones que abusan de esas notas del traductor, hay otras que las prescinden totalmente.
En fin, incapaz de traducir un titular de periódico, pero capaz de criticar traducciones ajenas. ¡Eso si!
Esta bien: algún día tengo que leer a Oz en su idioma original. Así como algún día tengo que verlo: vivimos en el mismo desierto (yo al norte y él al sur) ¡!