miércoles, octubre 17, 2007

Volver








“hay dos tipos de viajeros en la vida, aquellos que parten y aquellos que
retornan, los primeros miran el mapa, los segundos miran al
espejo…”

Esa frase está en una película que no he visto: “Un toque de canela”. Una película griega que me recomendó una amiga. Y la frase, por supuesto, me la dijo mi amiga, así que esto es una cita de una cita. Lo cierto es que me viene como anillo al dedo, a mi que ando de retornos y de miradas al espejo (Yo, que me había prometido no mirarme más en los espejos) Es raro volver a un lugar donde uno es extranjero. Y es raro sentirse extranjero en el terruño. Me había prometido a mi misma un post sobre viajar con hijos sin marido en aviones trasatlánticos con escala en Milán, pero la verdad es que el viaje fue tan sin contratiempos que el post sería aburrido. Los niños durmieron la mayor parte del viaje (cosa rara porque en casa no duermen casi), no tiraron la comida en la cara de los demás pasajeros, no vomitaron, jugaron y gritaron sin mayores aspavientos (o será que mi paciencia maternal me hace no ver el escándalo de mis propios hijos) Hasta me dio tiempo de tomarme varios vasitos de vino y de caer en una especie de sopor acunada por el runrún del avión y el alcohol festejado por mi sangre. Probablemente ese fue el momento en que mis hijos aprovecharon para hacer de todo en ese vuelo y luego caer rendidos por el cansancio, mientras yo dormitaba en mi sopor etílico. Pero no, no, no: yo NO me dormí pues tenía recien vista una película en la que la pobre Jody Foster viaja en avión con su hija, se duerme un ratico y cuando se despierta ya la hija no está. Una pesadilla de película que me hizo ver oportunamente mi señor marido antes de viajar sola con mis dos hijos, por si acaso. Con ese susto, no hay vino ni sueño que valga. Los que durmieron fueron mis hijos, al parecer el runrún y el exceso de chocolate son una mezcla explosiva. Así me quedé sin la crónica de las travesuras de los niños y los enredos de la madre desesperada. Y en cambio, unas ganas de filosofar sobre los retornos, las patrias, las despedidas, los exilios, las lenguas, la condición de extranjera, etcétera. Pero mejor no, porque sería un post llorón y manido: nada nuevo que decir sobre este no ser de ninguna parte.

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