
La fortuna o el azar hizo que me fuera dado el privilegio de participar en una mesa redonda sobre blogs y literatura. Mi compañero de conversación era el taxista-escritor que lleva el exitoso blog "Ni libre ni ocupado". Un taxista poeta que descubre historias en su carro, en las calles de Madrid, en las conversaciones de sus pasajeros pero también en sus silencios, en los objetos que olvidan en el asiento trasero, en la ecuación que une el punto de partida con el punto de llegada del recorrido del taxi. Después de escucharlo, no me quedó ninguna duda de que la mejor profesión para un escritor es la de taxista.
O la de cartero: una señora del público dijo que ese era su trabajo y comentó todas las historias que se podían inventar en cada carta llevada o en cada postal leída.
O la de bibliotecaria: la bella chica de la biblioteca comentó todos los cuentos que imagina tras escuchar a los usuarios y sus extrañas selecciones de libros.
Un escritor, además de leer muchísimo, debería dedicarse a profesiones como esas: bibliotecarios, carteros, taxistas. Lugares privilegiados para la observación detallada y descarada de los otros. Lugares donde las historias nacen.
Kafka era oficinista.
Tuve un tío/abuelo telegrafista que escribió dos novelas que no he leído.
Un escritor desempleado o empleado en alguna profesión nefasta de esas que pisotean la creatividad, debe buscar la manera de estar en esos lugares donde las historias nacen. Yo, por mi parte, trato de estar mucho tiempo en la peluquería o en los autobuses. En los ministerios y en las estaciones de tren. En las plazas y en los baños públicos. Pero también pasó largos ratos ojeando las intimidades ciberespaciales que se desparraman en la red en forma de fotos, blogs, avatares, comentarios. Navego por ese enjambre de voces ajenas y anónimas. Tejo historias con la nada, lo inasible, lo inalámbrico.
O la de cartero: una señora del público dijo que ese era su trabajo y comentó todas las historias que se podían inventar en cada carta llevada o en cada postal leída.
O la de bibliotecaria: la bella chica de la biblioteca comentó todos los cuentos que imagina tras escuchar a los usuarios y sus extrañas selecciones de libros.
Un escritor, además de leer muchísimo, debería dedicarse a profesiones como esas: bibliotecarios, carteros, taxistas. Lugares privilegiados para la observación detallada y descarada de los otros. Lugares donde las historias nacen.
Kafka era oficinista.
Tuve un tío/abuelo telegrafista que escribió dos novelas que no he leído.
Un escritor desempleado o empleado en alguna profesión nefasta de esas que pisotean la creatividad, debe buscar la manera de estar en esos lugares donde las historias nacen. Yo, por mi parte, trato de estar mucho tiempo en la peluquería o en los autobuses. En los ministerios y en las estaciones de tren. En las plazas y en los baños públicos. Pero también pasó largos ratos ojeando las intimidades ciberespaciales que se desparraman en la red en forma de fotos, blogs, avatares, comentarios. Navego por ese enjambre de voces ajenas y anónimas. Tejo historias con la nada, lo inasible, lo inalámbrico.