domingo, abril 12, 2009

La memoria de la lengua


Tengo que confesar que me molesta notablemente leer en la lengua que me rodea y no sólo porque es otro su alfabeto, sino porque no me gusta como suena. En esta lengua todo me suena a calle y a mercado, a hombre gritando ofertas con palabras que pasan rozando unas encías cariadas, a fanatismos y a exabruptos. Yo sé que esto es muy personal y que para mucha gente los sonidos de esta lengua son sinónimos de viejas liturgias, palabras ancestrales, místicas o memoriosas. Pero mi acercamiento a esta cultura ha sido otro: más que místico, callejero. Más que memorioso, de supervivencia. Más que religioso, de gritos. Entonces las palabras se preñan de significados inmediatos y dejan atrás toda su genealogía.

Qué me perdonen los grandes poetas de esta lengua, pero a mi no me gustan sus sonidos ni sus palabras. Ni su sintaxis desnuda ni sus mezquinos tiempos verbales. Amos Oz traducido al español es de una belleza inenarrable, pero si lo leo en hebreo me parece tosco y violento. Lo más probable sea que todo esto se deba a mi ineficiencia lingüística: yo hablo este idioma sólo por necesidad, no uso bellos términos ni hago chistes, no uso juegos de palabras ni dobles sentidos. Pero yo hablo este idioma, no se me mal entienda. Lo hablo pero no lo disfruto.

A veces pienso en esos escritores que han tenido que abandonar sus lenguas maternas, para escribir en un idioma que les es ajeno. Pienso en ese proceso por el cual han tenido que apropiarse de un lenguaje otro, aprender a usarlo correctamente, enamorarse de él. A veces pienso en que como están las cosas, este destierro y esta extranjeridad son lo único que tengo y que debería abrazar esta lengua, leer en esta lengua, escribir en esta lengua. De momento, no puedo. Aunque Agota Kristof diga que ella hubiese podido escribir en cualquier lengua, yo pienso que para escribir hay que mantener una relación amorosa con la palabra. Probablemente me equivoque, tal vez la relación que mantienen estos escritores des-lenguados con el idioma en el que se ven obligados a escribir sea una de tensión o amor-odio, pero en mi no hay ni siquiera eso. Yo hablo este idioma y es posible que algún día pueda leerlo sin tantos tropiezos, pero no estoy segura de que pueda escribirlo porque mi relación con él es utilitaria y no placentera.

Pero no todo son quejas: hablar este idioma me ha hecho repensar el mío propio...

Toda este palabrerío es porque en estos días leí una novela de David Grossman titulada en español: "La memoria de la piel" y deliré de felicidad ante la hermosura de ese título. Qué belleza! Qué poesía! Enseguida quise saber su nombre en hebreo y era este: "Ba guf, ani meviná". No lo podía creer! La traducción literal de esa torpeza de título es: "Con el cuerpo, yo entiendo" y gracias a la bondad del traductor tenemos: "La memoria de la piel" ¿Bondad, licencia poética o abuso? No sé hasta que punto sea correcto cambiarle el título a una novela o película, pero en este caso no pudo ser más acertado. Así, me pregunto si todos los traductores se toman atribuciones de este tipo, o si sólo fue el de esta novela porque en este caso decir "Con el cuerpo, yo entiendo" es una verdadera desfachatez, una torpeza y hasta una grosería. Así tenga que ver directamente con la trama, es un título espantoso. "La memoria de la piel" es más metafórico y en un sentido oblicuo y mucho más rico no sólo está estrechamente relacionado con la trama, sino que aporta una connotación especial que rescata o resalta un significado más profundo de lo narrado.

Si algún crítico pretende hacer un análisis de la novela que tome en cuenta el significado al que apunta el título, pues que sepa que ese título es la lectura del traductor y no la intención del autor.


Yo creo que la lengua se va construyendo sobre memorias. Algunas veces, en nuestro propio idioma, podemos recordar cómo aprendimos una palabra. O tal vez no lo hacemos de forma consciente, sino que una palabra nos trae reminiscencias, imágenes o sensaciones. Cuando aprendemos otra lengua, este proceso es más consciente y entonces las palabras, casi todas, nos traen memorias. No sé explicarlo, pero, por ejemplo: yo aprendí la palabra mostaza cuando comenzó la guerra en Irak, después de la caída de las torres gemelas. El narrador de noticias la repetía a cada rato "jardal, jardal, jardal". Alguien me dijo que "jardal" era mostaza, que se hablaba de la posibilidad de que este país fuese atacado con gas mostaza. Desde entonces, la palabra mostaza me recuerda a guerra y a mascaras antigás. Un pollo a la mostaza dicho en hebreo me suena fatal.

Mi memoria de esta lengua generalmente no es grata. Mi relación con ella, tal vez por eso, tampoco.
PS: desde ahora, me enserio con las imagenes y cito fuentes. La de este post es de Cherry Wood

6 comentarios:

ww dijo...

Has leido a Edgard Keret? A mi me cuesta mucho leer en hebreo, pero a deferencia de vos me enamore del hebreo (tal vez porque me enamore en hebreo?) Bueno, pero leer Edgar en hebreo me encanto, y cuando trato de traducirlo al espaniol lo encuentro casi imposible

LL dijo...

Hola Wanda!

Sé que mucha gente tiene una relación diferente a la mía con el hebreo, pero me ALEGRA que alguien me la cuente!!!! Pues sí, me imagino que si uno se enamora en hebreo, todo cambia y las palabras recuerdan mejores cosas!

Me encanta Edgar Keret!

Mi hebreo es coloquial y callejero, por eso no puedo leer algo más profundo y poético en este idioma sin que me suene mal.

Edgar Keret escribe desde ese lenguaje callejero, lo rescata, y sí: tienes toda la razón Keret suena mejor en hebreo.

Tendría que ponerme a escribir una segunda parte de este post que cuente sobre Edgar Keret ...

Un beso!

krina dijo...

querida Lil
qué acertada estás cuando te refieres a la relación primordial que tenemos con el idioma, es algo misterioso y anclado en nosotros como parte de nuestra personalidad. Pero debo decir que eres demasiado severa con el hebreo. Para mí que fui inmigrante a los nueve años, me recuerda vagamente la dureza de los primeros tiempos cuando lo estaba aprendiendo, pero sobre todo un mundo secreto que sólo comparto con mis amigos en Israel, los de mi "hevre", los que crecimos juntos, y disfruto la extraordinaria flexibilidad de este idioma, las matices, las jergas, las palabras que toman doble sentido, la capacidad de absorber lo ajeno y volverlo propio. Ya no lo domino con la soltura de antes, (los años de emigración han hecho lo suyo), pero cuando suelo o solía hablar con alguien en hebreo, simplemente no puedo hacerlo en otro idioma, suena ridículo, artificial, qué sé yo... Y no estoy de acuerdo en absoluto sobre lo que dices de Amos Oz. Su narrativa en hebreo es maravillosa. Es otro idioma que el que hablamos en la calle. Acaso no es así con el nuestro también?

LL dijo...

Krina!

La manera en la que las personas adquieren y se relacionan con los idiomas es muy personal: justo ayer una amiga de padres brasileros me contó que nunca quiso hablar portugués, que le parecía un idioma duro, sólo para ser usado en regaños, obligaciones, negaciones, que era lo que hacían sus padres cuando le hablaban en ese idioma. Precisamente el portugués brasilero que a mi me evoca carnaval-fútbol-bochinche! A mí este tema me parece fascinante! Y comentarios como el tuyo y como el de WW me hacen repensar mi problemática relación con el hebreo. Estoy trabajando para cambiarla, no vayas a creer. Tal vez deba comprarme el último libro de Amos Oz en hebreo a ver si aprendo a querer a esta lengua!

Un abrazo!

Lele dijo...

El otro día tuvimos que leer "Deseo de ser piel roja" para clase. A unos nos pareció profundamente liberador. A otros, les causó pánico. Luego el profe publicó en su blog las dos traducciones diferentes con que nos habíamos encontrado unos y otros...
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/escorpion/2010/04/15/deseo-de-ser-piel-roja.html

LL dijo...

Impresionante, querida Lele, esas dos traducciones y esos dos sentidos de un mismo texto. Al final, una traducción es tan sólo una lectura personal ... Nunca sabremos qué quiso escribir Kafka si no lo leemos en el original, que horror!!!!!!!!!! Justo él que, además, escribía en una lengua que no era la suya, pa peor! El ejercicio de tu profe fue genial!! Besos para tí!!